martes, 12 de agosto de 2008

Líbranos de todo lo malo, señor

Género cuento
Autor: Rodrigo Motas Tamayo

Grazna una lechuza entre los árboles. Más allá de los cincuenta pasos no se ve nada. Genaro camina como quien lleva el espanto detrás de él.
-Vete a casa de Eulalia... pídele que haga algo por mi pequeña,- ha dicho la vieja con el rostro cruzado por las lágrimas.
Cruza el arrollo, la frialdad de la noche le golpea los brazos y la cara. Una mancha oscura le sigue por encima de los árboles. El presentimiento le golpea el pecho. Mira hacia todos los lados, y se presigna.
-Avemaría purísima, carijo... -masculla entre dientes y lanza un escupitajo al yerbazal. Sabe que falta poco para llegar a la casa de la espiritista.
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-Ves madre... ves, madre, vez esa luz que me llama... ¡Ay! que lindo es todo- la muchacha se levanta en la cama, los ojos cerrados y extendidas las manos, en busca de algo.
Un escalofrío le sube por las piernas hasta incrustarse en la espalda. Comienza a sudar, Eustacia sabe que en el cuarto hay más de dos personas.
La espiritista se presigna desde que entra al portal de la casa. Masculla algunas frases ininteligibles para Genaro y empuja con fuerza la puerta.
-Líbranos de todo lo malo, señor todopoderoso... líbranos de todo lo malo.
Una sombra inmensa les da de frente, tumbándoles en el piso, salta y se pierde en la oscuridad del camino.
-Qué fue eso, pregunta Genero, aún con los ojos fuera de las orbitas.
-Es ella que vino a buscarla... pero vamos, vamos pronto para el cuarto que todavía se podrá hacer algo... vamos.
La vela sobre el taburete llora cera derretida con apenas un soplo de luz. Eustacia yace sobre el cuerpo rígido de la hija.
Grazna una lechuza y se aleja en rápido vuelo. En el fondo del patio, una silueta juvenil, vestida de blanco y un halo de luz púrpura a su alrededor ríe con la ingenuidad de sus doce años. Salta por encima de los árboles y se pierde en la oscuridad de la noche.




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